4 jun 2012

Entre todos la matamos y ella sola se murió ( o cómo la visión de Game Change desamordaza al telepredicador que llevo dentro)

España se muere, y merecido se lo tiene. Nuestra clase  política es un pudridero de aspavientos de izquierda y derecha sin rumbo. No hay en sus modos atisbo de eso que se ha dado en llamar "servicio al país" (servicio entendido como  acción destinada a cuidar intereses o satisfacer necesidades, mejor que como habitación en la que está el váter y otros elementos que sirven para el aseo humano, aunque ya que estamos no iría nada mal una profunda limpieza, sacrificando, a cambio de la higienización, el brillo de los esmaltes), más bien un "aferrarse al poder" enfermizo que nos condena a la deriva actual, hacia el sumidero de aguas estancadas de los países declinantes.

Sin embargo, nos hemos enterado un poco tarde de esa deriva (alguien se fumaba brotes verdes de espaldas al incontrovertible tsunami), más o menos a la vez que los medios de comunicación, casualmente en manos de sobrinos, amiguetes o amantes de aquellos a quienes debían observar y examinar; en fin, sólo hay que ver o escuchar las tertulias (tertulia f. Grupo de personas que se reúnen habitualmente para conversar o recrearse) estos días. Yo me pregunto, ¿existe en estos lares un "periodismo independiente"? y en caso de que exista, ¿dónde se expresará? Mierda, no aquí, no en España. En cualquier caso somos todos una panda de vagos aquejados de una suerte de ceguera selectiva que, gracias a dios, se inhibe cuando nos sentamos delante de la tele.
Y aquí quería yo llegar. Qué pálido y pocho reflejo de España obtenemos de los canales autóctonos: Fútboles, salsas rosas, telediarios domesticados, y miniseries ñoñas sobre Pantojas o Paquirris, reyes, príncipes y  Letis, 23efes y Lolas Flores, etc, por no hablar de la tóxica telerealidad...
No podemos decir que el telespectador histórico español sea demasiado exigente con la basura que se traga,  pero fijémonos en el perfil de sus descendientes, estos jóvenes de escasa educación y repelente futuro, que envían con gran alegría a sus profesores a la mierda y a los  divanes de sus respectivos psiquiatras:   no perdamos la esperanza, no hay juventud más capacitada para, pongamos el caso, en el día de mañana enfrentarse a un ejército de zombis  o de langostas 1, suponiendo, claro está, que tengan vidas infinitas o  no se vaya la electricidad- se imaginan a nuestros niños sin electricidad, angelitos, descubriendo, oh, sorpresa, que tienen padres y hermanos, que existe una cosa que se llama juego de mesa, que hay día y noche, y otros mundos, quizás más instructivos,  también en las palabras de los libros...
Para minimizar el agravio de haber nacido en la península tienen los polluelos teles panorámicas que les asoman a realidades extranjeras espléndidamente realizadas,  ficciones tan bien construidas como los gráficos de sus videojuegos, y así no tienen que sentir vergüenza ajena mirando alguno de los primeros diez canales ,castellanos  y en lengua propia de cada autonomía, que sus padres ávidos consumen.
Toda la parrafada viene a cuento de la envidia que me dan los americanos del norte por tener un presidente negro y fácil acceso a las producciones de HBO. Vi el otro día la peli Game Change con Julianne Moore haciendo de Sarah Paalin, actual gobernadora de Alaska e integrante del movimiento ultraconservador Tea Party, sobre el proceso electoral norteamericano de 2008 en el que se presentó como vicepresidenta en la candidatura de John Mccain (Ed Harris). Siendo una peli de terror psicológico no sé por qué no la echaron en Sitges. ¿Se imaginan qué hubiese pasado si esta mujer llega al poder? Es como si aquí, por error, votásemos a un tipo con conocimientos de inglés o doctorados: apocalipsis. Lo que quiero decir, además de que la peli es tan fenomenal como el personaje, es que, con el tiempo que lleva Esperanza Aguirre entre nosotros, ¿cómo es que Concha Velasco no la ha encarnado en una trilogía con capítulo piloto de Almodóvar, en una fastuosa producción de Telepincho?

(1) - Extracto de Análisis de Gears of War 2 en Juegos Ya.com "[...] podrás acercarte al que se arrastra dejando un rastro de sangre y desatar cualquiera de las 11 ejecuciones que hay en el juego. Pisarle la cabeza, destrozársela a puñetazos, hundir la culata de tu lancer en su maldito cráneo, cogerlo como escudo, disparando con la pistola, y cuando te canses de arrastrar a un asqueroso locust moribundo, romperle el cuello. Ah, qué gustazo..."


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